El rol del Estado en el desarrollo económico de Japón

 


*Este artículo es una combinación de varios escritos de los últimos años.

🇯🇵 El desarrollo económico, industrial y tecnológico de Japón ha sido digno de admiración. En este proceso, el Estado ha tenido un rol preponderante durante toda su historia.

El Japón Imperial 

Poco después de la apertura económica forzosa en 1854, el orden político feudal de Japón se derrumbó y se estableció un régimen modernizador a partir de la llamada restauración Meiji, en 1868. El papel del Estado ha sido desde entonces crucial en el desarrollo del país.
Hasta 1911, Japón no podía usar protecciones arancelarias debido a los "tratados desiguales" que prohibían establecer aranceles aduaneros por encima del 5%. El Estado japonés tuvo que utilizar otros medios para estimular la industrialización. Para empezar estableció "fábricas piloto" propiedad del gobierno en ciertas industrias, particularmente en la construcción naval, la explotación minera, el sector textil y la industria militar. La mayor parte de estas empresas fueron privatizadas posteriormente, pero el Estado continuó subvencionando las empresas privatizadas, notablemente las del sector naval. Posteriormente estableció la primera fundición siderúrgica moderna y desarrolló los ferrocarriles y el telégrafo.

Cuando los tratados desiguales dejaron de estar en vigor en 1911, el Estado japonés comenzó a introducir toda una gama de reformas arancelarias destinadas a proteger las industrias nacientes, abaratando las materias primas importadas y controlando las importaciones de productos de consumo de lujo. Durante los años veinte, bajo intensa influencia alemana, el Japón comenzó a estimular la "racionalización" de las industrias clave, dando el visto bueno a los consorcios industriales y animando las fusiones, destinadas a limitar "el derroche de la competencia", mediante las economías de escala, la estandarización y la introducción de la gestión empresarial científica. Estos políticas se intensificaron en los años treinta.

En el éxito económico de Japón, las políticas comerciales e industriales intervencionistas desempeñaron un papel crucial. Son notables las semejanzas entre las políticas de estos países y las usadas por los otros países desarrollados, en concreto, sobre todo, la Gran Bretaña del siglo XVIII y los EE.UU. del siglo XIX. A pesar de estos esfuerzos de desarrollo durante este proceso, Japón no era todavía la estrella económica en la que se convirtió tras la segunda guerra mundial.

Japón luego de la Segunda Guerra Mundial

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó control de Japón.
Las redes empresariales "Zaibatsus" sobreviven a las ideas de desmantelamiento norteamericano y además se realiza una reforma agraria de la mano del economista Wolf Ladejinsky y el Ministro Hiro Wada que logran redistribuir la tierra concentrada beneficiando a millones de pequeños productores rurales.

Fue hasta el estallido de la guerra de Corea (1950-1953), cuando EE.UU cambió su política, buscando aplicar una estrategia para contener a la URSS y la expansión del socialismo en Asia. Esto significó la llegada de abundante capital en forma de crédito, una rápida reindustrialización y la rearticulación de los Zaibatsus en Keiretsus.
Estas organizaciones empresariales unieron entidades industriales, comerciales, de servicios, aseguradoras y bancos, de forma tal que pudieran realizar todas o la mayor parte de las actividades empresariales con empresas de su Keiretsu, en las que además tienen participación, logrando también bajar costos. Se genera así un modelo de colaboración y ayuda asegurada y de préstamos baratos donde las empresas extranjeras no tienen capacidad de entrar.

El desarrollo japonés se llevó a cabo mediante un fuerte intervencionismo estatal, grandes holdings empresariales financiados y guiados por el Estado, y la adquisición de tecnología. Se importaban materias primas del sudeste asiático mientras se exportaban productos manufactureros, cada vez de mayor calidad y valor agregado, gracias a la reinversión de los beneficios en la adquisición y desarrollo de nueva tecnología y no en el reparto de dividendos, como es habitual en Occidente. Se empezó con el desarrollo de industrias químicas y metalúrgicas para después, cuando tuvieran una buena base, pasar hacia las procesadoras.
En todo esto fue fundamental la intervención del Gobierno, que defendió un fuerte proteccionismo para así proteger las industrias locales hasta que fueran capaces de competir con las extranjeras y generar exportaciones competitivas. Las empresas japonesas tuvieron poca presencia internacional hasta la segunda mitad de los sesenta, cuando alcanzaron un nivel tecnológico suficiente que les permitiese competir en el exterior.

En este proceso tuvo un papel clave el Ministerio de Industria y Comercio Exterior (MITI por sus siglas en inglés), que se encargó de desarrollar planes para las industrias punteras con capital a bajo interés, subsidios fiscales y ayuda en la adquisición tecnológica, pero también con directrices de comportamiento para las empresas, con lo que se dirigían los esfuerzos de toda la nación hacia los sectores que consideraba emergentes. Es importante recalcar que a diferencia de otros modelos de industrialización; los conocidos como industrialización por sustitución de importaciones; Japón protegió ciertos sectores específicos de la industria, los cuales fueron guiados por el Estado, con el objetivo de consolidar un modelo de exportación con presencia internacional, y así no caer en el típico problema de la restricción externa. Entre 1955 y 1973, Japón experimentó tasas de crecimiento de entre el 6 y el 12% anual, muy superiores a las del resto de los Estados industrializados.

Liberalización y problemas

En 1971, tras el Nixon Shock, el yen (la moneda japonesa) quedó desvinculado del dólar y perdió rápidamente su competitividad al revalorizarse. En esta situación, los holdings empresariales japoneses empezaron a instalarse en países en desarrollo del sudeste asiático, lo que les permitió reducir las desventajas de los nuevos tipos de cambio elevados con trabajadores más baratos que la ahora cara mano de obra japonesa.

También se libró de las industrias que tenían bajo valor agregado, necesitaban mucha mano de obra, necesitaban gran cantidad de energía o eran demasiado contaminantes, buscando promover sectores más rentables y con mayor valor añadido, con el consiguiente abaratamiento en la producción de bienes intermedios.

En la década de los 80 Japón llevó a cabo una importante liberación financiera, sobre todo a partir de una disputa comercial con EE.UU.
En 1984 amplió la lista de inversiones, mayor disposición para comprar activos y bonos extranjeros. En 1986 se autorizó el ingreso de operadores extranjeros en la Bolsa de Tokio y la creación de una zona off shore. Los bancos se volcaron a financiar la especulación inmobiliaria que terminaría creando una burbuja especulativa. Desde los 90 Japón vive un estancamiento económico que sufre hasta la actualidad.

Además a Japón le surgieron competidores, los denominados tigres o dragones asiáticos, un conjunto de países que imitaron el modelo de desarrollo japonés, los que empezaron a competir con los productos nipones. Japón, al mover sus industrias a estos países para reducir los costos de producción, logró transformarse en la segunda economía del mundo, pero estos Estados en crecimiento, adquirieron en el proceso, conocimientos y tecnología de Japón y, con un fuerte intervencionismo estatal, lograron elaborar productos de cada vez mayor calidad, hasta el punto de ser ellos mismos los que recurrían a la deslocalización para hacer su actividad industrial rentable.

A diferencia del sistema japonés, los tigres asiáticos nunca tuvieron el sistema industrial dominado por una aristocracia, por lo que la política no se dedicó a proteger los intereses de ciertos sectores frente al beneficio colectivo. Por su parte, el MITI había aplicado un proteccionismo a sectores claramente en declive debido a esto, lo que lastró los esfuerzos de todo Japón. El resultado fue que Japón perdió su ventaja competitiva, superado por sus discípulos.

Es importante aclarar también que aunque se han conseguido grandes avances en educación, sanidad, equidad económica o derechos laborales, el modelo de desarrollo japonés se ha centrado en el plano económico y ha dejado de lado dimensiones importantes para el bienestar de la población, como la igualdad de género, los derechos de las minorías sexuales, el ocio o la felicidad misma de sus ciudadanos y con una de las tasas de suicidios más altas del mundo, legado que sus alumnos también han heredado.


Fuentes

CREDIT POLICIES: LESSONS FROM JAPAN AND KOREA, de Dimitri Vittas y Yoon Je Cho.

MODELO DE DESARROLLO ASIÁTICO: LECCIONES PARA AMÉRICA LATINA, de Julio Sevares.

RETIRAR LA ESCALERA, de Ha-Joon Chang.


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