En 1929 estalló una de las más grandes crisis del capitalismo, si no es la más grande. Se llegó a una etapa de agotamiento del modelo económico liberal y sus instituciones políticas. Los años 30 trajeron una gran depresión económica y social que afecto al mundo entero, pero el rol de las potencias centrales es la clave para comprender este contexto, ya que al ser países industriales, estos abandonaron la apertura económica y se cerraron tras sus fronteras para cuidar sus economías frente a la apocalíptica crisis mundial.
El caso que traemos hasta aquí es el Imperio Británico, potencia hegemónica hasta entonces, ya que en agosto de 1932, en Ottawa, Canadá, Gran Bretaña se reunió con sus colonias y ex colonias de la Comunidad Británica de Naciones para reorganizar su comercio exterior. En esta reunión participaron, el Reino Unido, Canadá, Eire, Terranova, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, India, Rhodesia del Sur y Birmania. En aquella ocasión se firmaron doce acuerdos por los cuales el Imperio Británico, sus colonias y sus dominios se comprometían a incrementar el comercio dentro de este gran acuerdo entre países, a establecer y/o aumentar las barreras arancelarias sobre productos extranjeros y a fijar cuotas máximas para la introducción de cualquier producto.
Así, el Reino Unido aplicó lo que se puede denominar “preferencia imperial”, y en lugar de adquirir materias primas de Argentina, se las compraba a Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Y aquí entra en escena la ya nombrada Argentina, que desde fines del siglo XIX con su modelo agroexportador había vendido materias primas al Imperio Británico, pero este mismo modelo económico dependiente ahora los había condenado a quedar mal parados frente al contexto de crisis mundial y parálisis del comercio exterior. La elite económica argentina había entrado en pánico, la metrópolis británica los había abandonado.
La oligarquía argentina “no concebía el régimen económico del país fuera del eje agropecuario y de la órbita del mercado británico” (Puiggrós, Rodolfo, p. 109). Los números económicos estaban en baja durante esos años, las exportaciones bajaron de 771 millones de pesos en 1923 a 556 millones en 1932. También había mermado las reservas de la Caja de Conversión: de 650 millones de pesos oro en 1928 a 260 millones de pesos oro en 1932. (p. 117)
Por eso, el gobierno de Justo, fiel representante de los sectores ganaderos exportadores, envió a Londres al vicepresidente Julio A. Roca (hijo) para tratar de llegar a un acuerdo. La misión de Londres estaba integrada por Guillermo Leguizamón, el diputado Miguel Ángel Cárcano, Raúl Prebisch, Toribio Ayerza, Aníbal Fernández Beiró, Carlos Brebia y dos grados militares. En la cena de recepción, Roca dijo “(…) la República Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del imperio británico” (Pigna, Felipe, p.231).
Argentina debía comprometerse a liberar de impuestos la introducción del carbón inglés, lo que implicaba un duro golpe a las incipientes industrias nacionales del carbón y también se otorgó el monopolio de los transportes de la capital a una corporación británica .
Por último, “para cumplir con los requisitos del nuevo status anglo-argentino, el gobierno justista nombró una comisión integrada por representantes de tres poderosos consorcios financieros anglosajones (Baring Brothers, Leng Roberts, y Morgan) con el objeto de que elaboraran junto con abogados y técnicos del país adscritos a las empresas británicas, el nuevo régimen bancario y monetario y encomendó la supervisión del proyecto a sir Otto Niemeyer, funcionario del Banco de Inglaterra (…). La comisión y su supervisor aconsejaron que se fundara un banco central, con carácter privado o autónomo, para que asumiera el control de la moneda, de los créditos, de la industria, del comercio exterior y del intercambio externo. Así nació el Banco Central de la República Argentina, con privilegios que ni en la India habían obtenido los ingleses.” (Puiggrós, Rodolfo, p. 125)
Este vergonzoso pacto que implicaba una relación de dependencia más explícita fue muy cuestionado por amplios sectores políticos. En el congreso surgió el “debate de la carne” donde se destacó Lisandro De la Torre, que en 1934 propuso la creación de una comisión investigadora para analizar el comercio de la carne. Así, en mayo de 1935 se presentó un informe que contenía cuarenta y ocho conclusiones, donde se proponía renegociar el Pacto Roca- Runciman, que no se excluyera a los productores nacionales y se proponía la intervención del Estado para evitar las ganancias exorbitantes de las empresas extranjeras. Por ejemplo, la empresa Swift declaraba 75 mil pesos pero en realidad había ganado 37.800.000 de pesos.
Lisandro De La Torre había tocado y develado intereses muy perversos, lo cual condujo a un intento de asesinato en el Congreso de Nación, que no pudo cumplir su cometido pero que terminó con la muerte del senador santafecino Enzo Bordabehere. Lisandro, desanimado, fue abandonando la política y en 1939 se suicidó.
También podemos destacar a Raúl Scalabrini Ortiz, quien realizó un estudio detallado del pacto Roca- Runciman por el cual la oligarquía argentina se sometió vergonzosamente a los dictados británicos. En sus estudios logró desenmascarar con claridad la red de dominación del Reino Unido que comenzaba con los ferrocarriles, continuaba con los frigoríficos y terminaba con los seguros y barcos británicos para concluir con una ruta de la carne argentina en un sistema que sólo beneficiaba a la elite dominante exportadora argentina y al Imperio Británico. Todo este sistema de dominación se completaba con el envío de los barcos cargados de manufacturas británicas que impedían el desarrollo de una industria nacional en Argentina.
Este famoso pacto, que establecía el estatuto legal del coloniaje en palabras de Scalabrini, fue un episodio de nuestra historia como país dependiente que abrió las puertas a un gran debate de ideas que enfrentaban esta situación colonial y que sentaron las bases para la tarea de la construcción de una patria más soberana e independiente.
Fuentes:
Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, Historia de los Argentinos, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2012.
Pigna, Felipe, Los mitos de la historia Argentina 3, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 2009.
Puiggrós, Rodolfo, Historia Critica de los partidos políticos argentinos (III), Buenos Aires, Hyspamerica, 1986.
Scalabrini Ortiz, Política Británica en el Rio de la Plata, Barcelona, Editorial Plus Ultra, 2001.
El caso que traemos hasta aquí es el Imperio Británico, potencia hegemónica hasta entonces, ya que en agosto de 1932, en Ottawa, Canadá, Gran Bretaña se reunió con sus colonias y ex colonias de la Comunidad Británica de Naciones para reorganizar su comercio exterior. En esta reunión participaron, el Reino Unido, Canadá, Eire, Terranova, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, India, Rhodesia del Sur y Birmania. En aquella ocasión se firmaron doce acuerdos por los cuales el Imperio Británico, sus colonias y sus dominios se comprometían a incrementar el comercio dentro de este gran acuerdo entre países, a establecer y/o aumentar las barreras arancelarias sobre productos extranjeros y a fijar cuotas máximas para la introducción de cualquier producto.
Así, el Reino Unido aplicó lo que se puede denominar “preferencia imperial”, y en lugar de adquirir materias primas de Argentina, se las compraba a Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Y aquí entra en escena la ya nombrada Argentina, que desde fines del siglo XIX con su modelo agroexportador había vendido materias primas al Imperio Británico, pero este mismo modelo económico dependiente ahora los había condenado a quedar mal parados frente al contexto de crisis mundial y parálisis del comercio exterior. La elite económica argentina había entrado en pánico, la metrópolis británica los había abandonado.
La oligarquía argentina “no concebía el régimen económico del país fuera del eje agropecuario y de la órbita del mercado británico” (Puiggrós, Rodolfo, p. 109). Los números económicos estaban en baja durante esos años, las exportaciones bajaron de 771 millones de pesos en 1923 a 556 millones en 1932. También había mermado las reservas de la Caja de Conversión: de 650 millones de pesos oro en 1928 a 260 millones de pesos oro en 1932. (p. 117)
Imágen icónica del pacto Roca-Runciman |
Por eso, el gobierno de Justo, fiel representante de los sectores ganaderos exportadores, envió a Londres al vicepresidente Julio A. Roca (hijo) para tratar de llegar a un acuerdo. La misión de Londres estaba integrada por Guillermo Leguizamón, el diputado Miguel Ángel Cárcano, Raúl Prebisch, Toribio Ayerza, Aníbal Fernández Beiró, Carlos Brebia y dos grados militares. En la cena de recepción, Roca dijo “(…) la República Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del imperio británico” (Pigna, Felipe, p.231).
Así, se desarrolló un acuerdo, conocido históricamente como el pacto Roca- Runciman, firmado el 1 de mayo de 1933, donde el Reino Unido se comprometía a seguir comprando carnes argentinas en los mismos volúmenes que en 1932, es decir unos 390.000 toneladas. Argentina por su parte liberó el impuesto sobre 350 productos británicos, también entregaba el 85 % de las ventas de carnes al exterior a frigoríficos británicos y norteamericanos, y el restante 15 % quedaban en manos argentinas pero no podían participar en el mercado exportador. Argentina debía tener un “trato benévolo” con las inversiones británicas y sus intereses en el país.
Argentina debía comprometerse a liberar de impuestos la introducción del carbón inglés, lo que implicaba un duro golpe a las incipientes industrias nacionales del carbón y también se otorgó el monopolio de los transportes de la capital a una corporación británica .
Por último, “para cumplir con los requisitos del nuevo status anglo-argentino, el gobierno justista nombró una comisión integrada por representantes de tres poderosos consorcios financieros anglosajones (Baring Brothers, Leng Roberts, y Morgan) con el objeto de que elaboraran junto con abogados y técnicos del país adscritos a las empresas británicas, el nuevo régimen bancario y monetario y encomendó la supervisión del proyecto a sir Otto Niemeyer, funcionario del Banco de Inglaterra (…). La comisión y su supervisor aconsejaron que se fundara un banco central, con carácter privado o autónomo, para que asumiera el control de la moneda, de los créditos, de la industria, del comercio exterior y del intercambio externo. Así nació el Banco Central de la República Argentina, con privilegios que ni en la India habían obtenido los ingleses.” (Puiggrós, Rodolfo, p. 125)
El negocio de la carne quedó en manos de los británicos. |
Este vergonzoso pacto que implicaba una relación de dependencia más explícita fue muy cuestionado por amplios sectores políticos. En el congreso surgió el “debate de la carne” donde se destacó Lisandro De la Torre, que en 1934 propuso la creación de una comisión investigadora para analizar el comercio de la carne. Así, en mayo de 1935 se presentó un informe que contenía cuarenta y ocho conclusiones, donde se proponía renegociar el Pacto Roca- Runciman, que no se excluyera a los productores nacionales y se proponía la intervención del Estado para evitar las ganancias exorbitantes de las empresas extranjeras. Por ejemplo, la empresa Swift declaraba 75 mil pesos pero en realidad había ganado 37.800.000 de pesos.
Lisandro De La Torre había tocado y develado intereses muy perversos, lo cual condujo a un intento de asesinato en el Congreso de Nación, que no pudo cumplir su cometido pero que terminó con la muerte del senador santafecino Enzo Bordabehere. Lisandro, desanimado, fue abandonando la política y en 1939 se suicidó.
También podemos destacar a Raúl Scalabrini Ortiz, quien realizó un estudio detallado del pacto Roca- Runciman por el cual la oligarquía argentina se sometió vergonzosamente a los dictados británicos. En sus estudios logró desenmascarar con claridad la red de dominación del Reino Unido que comenzaba con los ferrocarriles, continuaba con los frigoríficos y terminaba con los seguros y barcos británicos para concluir con una ruta de la carne argentina en un sistema que sólo beneficiaba a la elite dominante exportadora argentina y al Imperio Británico. Todo este sistema de dominación se completaba con el envío de los barcos cargados de manufacturas británicas que impedían el desarrollo de una industria nacional en Argentina.
Este famoso pacto, que establecía el estatuto legal del coloniaje en palabras de Scalabrini, fue un episodio de nuestra historia como país dependiente que abrió las puertas a un gran debate de ideas que enfrentaban esta situación colonial y que sentaron las bases para la tarea de la construcción de una patria más soberana e independiente.
Fuentes:
Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, Historia de los Argentinos, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2012.
Pigna, Felipe, Los mitos de la historia Argentina 3, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 2009.
Puiggrós, Rodolfo, Historia Critica de los partidos políticos argentinos (III), Buenos Aires, Hyspamerica, 1986.
Scalabrini Ortiz, Política Británica en el Rio de la Plata, Barcelona, Editorial Plus Ultra, 2001.
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