Los sectores liberales de la política argentina son grandes admiradores del modelo agroexportador puesto en marcha en 1860, y profundizado por el orden conservador (1880-1916) a fines del siglo XIX y que continuó a principios del siglo XX. Algunos proponen volver a aquella “Bella Época”, donde Argentina se convirtió en el “granero del mundo” exportando materias primas a las economías industriales de Europa. En este contexto Argentina supuestamente se posicionó en los primeros puestos entre las economías más ricas del mundo en relación a su PBI per cápita.
Algunos exponen que Argentina era una potencia, y que lo mejor sería volver a aquellos años dorados. Pero... ¿Se podía ser potencia siendo un país que estaba anclado en el engranaje neocolonial ideado por las potencias europeas bajo la concepción de la división internacional del trabajo? ¿Se podía ser potencia cuando la gran riqueza generada quedaba en manos de una minoría dominante consolidando una sociedad desigual y con muy malas condiciones de vida y trabajo?
Pasemos a analizar más detenidamente.
Argentina, la colonia británica
La relación entre Argentina y el Imperio Británico se hace visible desde cuando nuestros territorios eran colonia española, luego de las luchas por la independencia y durante todo el siglo XIX esa influencia se fue acentuando, llegando hasta el contexto donde vamos a exponer, que es a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, lo que Eric Hobsbawn llamaría “La era del imperialismo”. Argentina cumpliría un rol importante en esta etapa, pero no éramos ninguna potencia que tomaba decisiones importantes en el plano internacional, solamente éramos un pieza más de un gran engranaje mundial comandado por el imperio británico en su papel de potencia hegemónica. Argentina fue condenada a desarrollar un modelo económico dependiente, exportadora de materias primas relacionadas con el ámbito agro-ganadero, todo esto bajo la legitimidad del liberalismo económico que traería "progreso" a nuestras tierras.
Hobsbawm plantea:
“La libertad de comercio parecía, pues indispensable, ya que permitía que los productores de materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos, reforzando así la simbiosis entre el Reino Unido y el mundo subdesarrollado, sobre el que se apoyaba fundamentalmente la económica británica. Los estancieros argentinos y uruguayos, los productores de lana australianos y los agricultores daneses no tenían interés algunos en impulsar el desarrollo de las manufacturas nacionales, pues obtenían pingües beneficios en su calidad de planetas económicos del sistema solar británico” (Hobsbawm, Eric, 1987, p. 48)
En referencia a los territorios periféricos Hobsbawm decía:
“Los territorios dependientes que no pertenencían a los que se han llamado ‘Capitalismo colonizador ’, no tuvieron tanto éxito. Su interés económico residía en la combinación de recursos con una mano de obra que por estar formada por nativos tenía un coste muy bajo y era barata. Sin embargo, las oligarquías de terratenientes y comerciantes, y donde existían, sus gobiernos se beneficiaron del dilatado periodo de expansión secular de los productos de exportación de su región, interrumpida únicamente por algunas crisis efímeras, aunque en ocasiones (como en Argentina en 1890) graves, producidas por los ciclos comerciales, por una excesiva especulación, por la guerra o la paz” (p. 74)
En el siguiente cuadro se puede observar la estructura de las exportaciones argentinas durante esta etapa histórica, reconociendo el gran logro del aumento exponencial exportador, estas se basaban en exportaciones primarias, y la industria tenia un bajo desarrollo, garantizando nuestra condición de dependencia.
La industria a pesar de todo fue creciendo progresivamente, pero en 1913 solo representaba el 15% del PBI (Rapoport, Mario, p.73), tenía poco valor agregado y estaba ligada al sector exportador.
La industria comenzó a crecer más aceleradamente durante la primera guerra mundial y luego en los años 30 aunque todavia de una manera muy incipiente, con poca o nula promoción por parte del Estado y solo en el marco de sustituir importaciones para enfrentar el contexto adverso que vivia el mundo.
Ahora comencemos a mostrar algunos datos de cómo se manifestó esa dependencia económica en relación con el Imperio Británico, ya que Argentina se convirtió en el principal receptor de las inversiones británicas en América Latina. Estas constituían el 75 % de las inversiones extranjeras en el país, siguiéndole en menor medida capitales franceses, alemanes y norteamericanos.
Los datos del siguiente cuadro reflejan la intensidad de la llegada de capital británico incluso durante la denominada “crisis de Baring”, iniciada en 1890, las inversiones se cuadruplicaron entre 1885 y 1895. Las cifras muestran también el momento de apogeo en el periodo 1905-1913, cuando la inversión de capital igualó a los cuarenta años previos.
La atracción que el Reino Unido tenía en Argentina es visible con los 527 millones de libras recibidas hacia el año 1913 que equivaldrían, aproximadamente, al 30% y al 27% de las inversiones inglesas hechas dentro y fuera del Imperio respectivamente. El cuadro también muestra que las inversiones británicas estuvieron muy concentradas en préstamos al Estado argentino y en compañías ferroviarias, que representaban el 84% de las inversiones totales hasta el año 1913.
Este modelo económico agroexportador y dependiente sobrevivió varios años más, pero mostró su verdadera cara, primero con la Gran Guerra o primera guerra mundial, pero en especial con la crisis de 1929 y la depresión de los años 30, donde los países europeos se cerraron tras sus fronteras y las exportaciones argentinas cayeron a niveles bajos. En el año 1933 Argentina se pondría de rodillas otra vez y se realizaría el pacto Roca-Runciman, donde Argentina acuerda entrar en el círculo económico del Reino Unido y poder exportar materias primas a cambio de entregar la industria de los frigoríficos al Imperio Británico.
Desigualdad, mala calidad de vida y conflictividad social
Este modelo dependiente trajo consecuencias sociales en la sociedad Argentina. La gran riqueza generada no se repartía equitativamente y la desigualdad era muy alta.
Luego de la mal llamada "conquista del desierto", se incorporaron al circuito productivo grandes extensiones de tierras. Esta situación ocasionó un proceso de concentración de la propiedad rural en pocas manos. En 1882 en las embajadas argentinas de Londres y París se hizo un remate de tierras con un tope de cuarenta mil hectáreas por comprador. Con este mismo procedimiento se distribuyeron en los años siguientes otros seis millones de hectáreas. Finalmente, en 1885, mediante una ley, el Estado premió a los militares que participaron en la campaña contra los pueblos nativos asignando ocho mil hectáreas a los jefes y cien a cada soldado. La mayor parte de esas tierras fueron vendidas a grandes compañías inmobiliarias.
Consolidados los grandes latifundios, el acceso a la tierra estuvo casi vedado tanto a los pequeños agricultores como a los inmigrantes recién llegados de Europa. Por eso muchos tuvieron que aceptar ser "arrendatarios". Este mismo tenía que cumplir un contrato de tres años donde debía sembrar el campo por dos años y dejar el tercer año el campo con alfalfa. Quienes pagaban el alquiler de la tierra con producción se les llamaba "aparceros". También estaban los "medieros", parecidos a los aparceros, pero con la diferencia que se quedaban con la mitad de la producción. La actividad exportadora prohibía la producción para el destino local y los arrendatarios y apareceros no podían consumir su propia producción ni podían asegurar la subsistencia de sus familias.
En palabras de Mario Rapoport podemos resumirlo así:
" En la Argentina la falta de una clase media rural y el predominio de latifundio implicaron una gran concentración del poder en estancieros que no volcaron sus ganancias a la nacientes actividades industriales o que directamente la obstaculizaron promoviendo políticas de apertura comercial que lo beneficiaban [...] Para concluir, el mito de la Argentina granero del mundo, pregonado además por quienes apuestan actualmente a un tipo desarrollo vinculado esencialmente al comercio internacional y apoyado en las ventajas comparativas de la producción agropecuaria, oculta un modelo difícilmente sustentable en el tiempo caracterizado por la vulnerabilidad provocada por el endeudamiento externo y la dependencia de inversiones foráneas que condicionan el desarrollo futuro de la economía Argentina" .
La estructura de clases de la Argentina en 1914 puede visualizarse a través de 4 categorías: La clase alta o “aristocracia” que representaba el 1 %, la clase media alta que representaba el 8 %, la clase media baja que representaba el 24 % de la población, y por último la clase baja, que era un 67 %. (Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar pp. 642- 643)
Además había graves problemas de salud. Por ejemplo, en 1901 se aprobó la llamada Ley Richieri, que establecía el servicio militar obligatorio. La primera conscripción, en 1902, determinó que el 46, 5 % de los convocados no reunía las condiciones de talla y peso mínimo para su incorporación a las fuerzas armadas y evidenciaba claros síntomas de desnutrición y síntomas de enfermedades. En el NOA y el NEA, la cifra llegaba al 62 %.
Analizando los datos de salud y educación, nos encontramos muy lejos de los paises verdaderamente desarrollados. Como se refleja en los siguientes cuadros.
Si combinamos PBI per capita, salud y educación. Argentina seguía estando muy lejos de los paises verdaderamente desarrollados.
En 1904, el gobierno nacional encargó al médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán, Juan Bialét-Massé, un informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina. Así viajó a diferentes regiones del país para observar y conocer con mayor profundidad la realidad de los trabajadores argentinos. Su trabajo de 1500 páginas refleja las malas condiciones de trabajo en las que se vivía por esos años.
Este fragmento suyo puede resumir su gran trabajo:
“En las cumbres del Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57º, a las dos de la tarde. “El alambre-carril, como proyecto, es una gran concepción científica. Sale de la estación del ferrocarril, en Chilecito, con un recorrido de 34 kilómetros se apoya en torres armadas de hierro ángulo y plano, de altura que llega a 45,50 metros. Era de ver aquellos hombres agobiados por el peso, sintiendo ya los efectos de la falta de presión, jadeantes, paso a paso, víctimas forzosas del progreso, porque no hay otro medio mejor de hacer la operación; pero ya que no puede evitarse, deberían ser pagados al menos con doble salario del que perciben. Esos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar; su trabajo se paga con un peso y cincuenta centavos y se cree haberlo recompensado con largueza.”
El problema habitacional fue otro aspecto que impactó negativamente sobre las condiciones de vida de los sectores populares urbanos. Las casas de inquilinato o conventillos pasaron a ser las viviendas de muchos inmigrantes extranjeros, de migrantes nacionales, artesanos, pequeños comerciantes y vendedores ambulantes. También de personas dedicadas a actividades económicas, más o menos marginales, y de un alto porcentaje de asalariados manuales. Alojados en aquellos viejos inmuebles, estos habitantes, sobrevivían hacinados en cuartos que además de dormitorio para las familias, eran el comedor, la cocina y despensa, patio para que jueguen los niños y sitio donde se depositan excrementos, depósito de basura, almacén de ropa sucia y limpia, si había, también era morada del perro y del gato, depósito de agua y almacén de combustibles.
La crisis social se vería reflejada en incontables huelgas, manifestaciones, actos de violencia y atentados por parte de la clase trabajadora, claramente influenciada por las ideas socialistas, anarquistas y comunistas que habían traído los inmigrantes europeos. Entre 1902 y 1910, el país padeció el estado de sitio cinco veces y la violencia ganó las calles tanto a través de la violencia social como de la represión policial. Más adelante se darían masacres tales como la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde.
Por último y para finalizar, cabe recordar que durante el orden conservador (1880-1916) el sufragio era fraudulento y las libertades civiles y políticas estaban limitadas, una gran contradicción bajo un gobierno liberal en lo económico pero que en lo político era conservador.
Bibliografía:
Belini, Claudio; Korol, Juan Carlos, Historia Económica de Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2012.
Bialét-Massé, Juan, Informe sobre el estado de la clase obrera, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
Ceva, Mariela, Fernández, Alejandro, Jáuregui, Aníbal, Stortini, Historia social Argentina en documentos, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2000.
Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, Historia de los Argentinos, Buenos Aires,
Editorial El Ateneo, 2012.
Hora, Roy, Los Terratenientes De La Pampa Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2015.
Rapoport, Mario. Historia de la economía Argentina del siglo XX. Buenos Aires, La Página, 2007.
Rapoport, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, Ediciones Macchi, 2000.
Hobsbawn, Eric, La Era del Imperio 1875-1914, Buenos Aires, Critica, 1987.
Algunos exponen que Argentina era una potencia, y que lo mejor sería volver a aquellos años dorados. Pero... ¿Se podía ser potencia siendo un país que estaba anclado en el engranaje neocolonial ideado por las potencias europeas bajo la concepción de la división internacional del trabajo? ¿Se podía ser potencia cuando la gran riqueza generada quedaba en manos de una minoría dominante consolidando una sociedad desigual y con muy malas condiciones de vida y trabajo?
Pasemos a analizar más detenidamente.
Argentina, la colonia británica
La relación entre Argentina y el Imperio Británico se hace visible desde cuando nuestros territorios eran colonia española, luego de las luchas por la independencia y durante todo el siglo XIX esa influencia se fue acentuando, llegando hasta el contexto donde vamos a exponer, que es a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, lo que Eric Hobsbawn llamaría “La era del imperialismo”. Argentina cumpliría un rol importante en esta etapa, pero no éramos ninguna potencia que tomaba decisiones importantes en el plano internacional, solamente éramos un pieza más de un gran engranaje mundial comandado por el imperio británico en su papel de potencia hegemónica. Argentina fue condenada a desarrollar un modelo económico dependiente, exportadora de materias primas relacionadas con el ámbito agro-ganadero, todo esto bajo la legitimidad del liberalismo económico que traería "progreso" a nuestras tierras.
Hobsbawm plantea:
“La libertad de comercio parecía, pues indispensable, ya que permitía que los productores de materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos, reforzando así la simbiosis entre el Reino Unido y el mundo subdesarrollado, sobre el que se apoyaba fundamentalmente la económica británica. Los estancieros argentinos y uruguayos, los productores de lana australianos y los agricultores daneses no tenían interés algunos en impulsar el desarrollo de las manufacturas nacionales, pues obtenían pingües beneficios en su calidad de planetas económicos del sistema solar británico” (Hobsbawm, Eric, 1987, p. 48)
En referencia a los territorios periféricos Hobsbawm decía:
“Los territorios dependientes que no pertenencían a los que se han llamado ‘Capitalismo colonizador ’, no tuvieron tanto éxito. Su interés económico residía en la combinación de recursos con una mano de obra que por estar formada por nativos tenía un coste muy bajo y era barata. Sin embargo, las oligarquías de terratenientes y comerciantes, y donde existían, sus gobiernos se beneficiaron del dilatado periodo de expansión secular de los productos de exportación de su región, interrumpida únicamente por algunas crisis efímeras, aunque en ocasiones (como en Argentina en 1890) graves, producidas por los ciclos comerciales, por una excesiva especulación, por la guerra o la paz” (p. 74)
En el siguiente cuadro se puede observar la estructura de las exportaciones argentinas durante esta etapa histórica, reconociendo el gran logro del aumento exponencial exportador, estas se basaban en exportaciones primarias, y la industria tenia un bajo desarrollo, garantizando nuestra condición de dependencia.
La industria a pesar de todo fue creciendo progresivamente, pero en 1913 solo representaba el 15% del PBI (Rapoport, Mario, p.73), tenía poco valor agregado y estaba ligada al sector exportador.
La industria comenzó a crecer más aceleradamente durante la primera guerra mundial y luego en los años 30 aunque todavia de una manera muy incipiente, con poca o nula promoción por parte del Estado y solo en el marco de sustituir importaciones para enfrentar el contexto adverso que vivia el mundo.
Ahora comencemos a mostrar algunos datos de cómo se manifestó esa dependencia económica en relación con el Imperio Británico, ya que Argentina se convirtió en el principal receptor de las inversiones británicas en América Latina. Estas constituían el 75 % de las inversiones extranjeras en el país, siguiéndole en menor medida capitales franceses, alemanes y norteamericanos.
Los datos del siguiente cuadro reflejan la intensidad de la llegada de capital británico incluso durante la denominada “crisis de Baring”, iniciada en 1890, las inversiones se cuadruplicaron entre 1885 y 1895. Las cifras muestran también el momento de apogeo en el periodo 1905-1913, cuando la inversión de capital igualó a los cuarenta años previos.
La atracción que el Reino Unido tenía en Argentina es visible con los 527 millones de libras recibidas hacia el año 1913 que equivaldrían, aproximadamente, al 30% y al 27% de las inversiones inglesas hechas dentro y fuera del Imperio respectivamente. El cuadro también muestra que las inversiones británicas estuvieron muy concentradas en préstamos al Estado argentino y en compañías ferroviarias, que representaban el 84% de las inversiones totales hasta el año 1913.
Durante este período la inversión ferroviaria alcanzó buenos índices cuantitativos. En la Argentina, los primeros 39 km existentes en 1860 se alargan a 732 km en 1870 y 2.313 en 1880. Esta extensión, tuvo un importante incremento en las décadas posteriores: 9.254 km en 1890, 16.767 en 1900 y 33.478 en 1913. (Sempat Assadourian, Carlos, p.17)
Este es un gran logro en términos cuantitativos, pero hay que revisar el aspecto real del asunto ferroviario. El logro de la inversión británica en ferrocarriles es el haber subordinado los verdaderos intereses nacionales de Argentina, al desarrollar estas economías como dependencias agropecuarias de los países industrializados, se llega a afirmar, incluso, que el auge de los ferrocarriles no surgió de los propios factores económicos y sociales de nuestro país, sino mas bien un producto de la presión del Reino Unido.
Ahora falta analizar la llamada “Crisis de 1890”, o “Crisis de Baring”. Esta crisis comienza en base a esta dependencia con el Imperio Británico, ya que Juárez Celman, presidente argentino (1886-1890) “permitió la venta indiscriminada de los ferrocarriles y la distribución de concesiones a empresas privadas a fin de evitar que el Estado tuviese otra intervención que la mera vigilancia de la economía y las vías férreas se extendiesen” (Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, 2012, pp. 671-672).
Además, se instalaron bancos en todos los centros urbanos. Bancos nacionales y privados emitieron moneda, el circulante se duplico en poco tiempo y el signo monetario (191 clases de monedas diferentes entre 1887 y 1894) expresó el desconcierto de la economía argentina. Estas políticas llevaron a un período de especulación que creó una burbuja financiera.
“La banca internacional comenzó a suspender el crédito. Las amortizaciones en el exterior, los gastos y los intereses superaban el monto de fondos del mismo origen. De pronto el país apareció en situación de bancarrota. El gobierno intentó vender 24.000 leguas de tierras fiscales de la Patagonia y además hizo ‘ideología’ para justificarse: ‘¿No es mejor que esas tierras las explote el enérgico sajón y no que sigan bajo la incuria del tehuelche?’.” (p. 673)
La Argentina ingresó entonces en cesación de pagos por cuatro años, la crisis ocasionó la quiebra del Banco Nacional que, junto con la crisis política expresada a través de la Revolución del Parque, provocó la renuncia del Presidente Juárez Celman. El vicepresidente Carlos Pellegrini asumió el cargo hasta 1892. En el plano internacional, debido al exceso de crédito que le había otorgado a la Argentina, la crisis casi llega a la banca Baring Brothers. El Banco de Inglaterra rescató a la Baring Brothers y evitó lo que podría haber sido una crisis aún mayor.
Ahora falta analizar la llamada “Crisis de 1890”, o “Crisis de Baring”. Esta crisis comienza en base a esta dependencia con el Imperio Británico, ya que Juárez Celman, presidente argentino (1886-1890) “permitió la venta indiscriminada de los ferrocarriles y la distribución de concesiones a empresas privadas a fin de evitar que el Estado tuviese otra intervención que la mera vigilancia de la economía y las vías férreas se extendiesen” (Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, 2012, pp. 671-672).
Además, se instalaron bancos en todos los centros urbanos. Bancos nacionales y privados emitieron moneda, el circulante se duplico en poco tiempo y el signo monetario (191 clases de monedas diferentes entre 1887 y 1894) expresó el desconcierto de la economía argentina. Estas políticas llevaron a un período de especulación que creó una burbuja financiera.
“La banca internacional comenzó a suspender el crédito. Las amortizaciones en el exterior, los gastos y los intereses superaban el monto de fondos del mismo origen. De pronto el país apareció en situación de bancarrota. El gobierno intentó vender 24.000 leguas de tierras fiscales de la Patagonia y además hizo ‘ideología’ para justificarse: ‘¿No es mejor que esas tierras las explote el enérgico sajón y no que sigan bajo la incuria del tehuelche?’.” (p. 673)
La Argentina ingresó entonces en cesación de pagos por cuatro años, la crisis ocasionó la quiebra del Banco Nacional que, junto con la crisis política expresada a través de la Revolución del Parque, provocó la renuncia del Presidente Juárez Celman. El vicepresidente Carlos Pellegrini asumió el cargo hasta 1892. En el plano internacional, debido al exceso de crédito que le había otorgado a la Argentina, la crisis casi llega a la banca Baring Brothers. El Banco de Inglaterra rescató a la Baring Brothers y evitó lo que podría haber sido una crisis aún mayor.
Este modelo económico agroexportador y dependiente sobrevivió varios años más, pero mostró su verdadera cara, primero con la Gran Guerra o primera guerra mundial, pero en especial con la crisis de 1929 y la depresión de los años 30, donde los países europeos se cerraron tras sus fronteras y las exportaciones argentinas cayeron a niveles bajos. En el año 1933 Argentina se pondría de rodillas otra vez y se realizaría el pacto Roca-Runciman, donde Argentina acuerda entrar en el círculo económico del Reino Unido y poder exportar materias primas a cambio de entregar la industria de los frigoríficos al Imperio Británico.
Desigualdad, mala calidad de vida y conflictividad social
Este modelo dependiente trajo consecuencias sociales en la sociedad Argentina. La gran riqueza generada no se repartía equitativamente y la desigualdad era muy alta.
Luego de la mal llamada "conquista del desierto", se incorporaron al circuito productivo grandes extensiones de tierras. Esta situación ocasionó un proceso de concentración de la propiedad rural en pocas manos. En 1882 en las embajadas argentinas de Londres y París se hizo un remate de tierras con un tope de cuarenta mil hectáreas por comprador. Con este mismo procedimiento se distribuyeron en los años siguientes otros seis millones de hectáreas. Finalmente, en 1885, mediante una ley, el Estado premió a los militares que participaron en la campaña contra los pueblos nativos asignando ocho mil hectáreas a los jefes y cien a cada soldado. La mayor parte de esas tierras fueron vendidas a grandes compañías inmobiliarias.
Consolidados los grandes latifundios, el acceso a la tierra estuvo casi vedado tanto a los pequeños agricultores como a los inmigrantes recién llegados de Europa. Por eso muchos tuvieron que aceptar ser "arrendatarios". Este mismo tenía que cumplir un contrato de tres años donde debía sembrar el campo por dos años y dejar el tercer año el campo con alfalfa. Quienes pagaban el alquiler de la tierra con producción se les llamaba "aparceros". También estaban los "medieros", parecidos a los aparceros, pero con la diferencia que se quedaban con la mitad de la producción. La actividad exportadora prohibía la producción para el destino local y los arrendatarios y apareceros no podían consumir su propia producción ni podían asegurar la subsistencia de sus familias.
En palabras de Mario Rapoport podemos resumirlo así:
" En la Argentina la falta de una clase media rural y el predominio de latifundio implicaron una gran concentración del poder en estancieros que no volcaron sus ganancias a la nacientes actividades industriales o que directamente la obstaculizaron promoviendo políticas de apertura comercial que lo beneficiaban [...] Para concluir, el mito de la Argentina granero del mundo, pregonado además por quienes apuestan actualmente a un tipo desarrollo vinculado esencialmente al comercio internacional y apoyado en las ventajas comparativas de la producción agropecuaria, oculta un modelo difícilmente sustentable en el tiempo caracterizado por la vulnerabilidad provocada por el endeudamiento externo y la dependencia de inversiones foráneas que condicionan el desarrollo futuro de la economía Argentina" .
Esto se diferencia mucho de las denominadas Ley de Tierras que se aplicaron en EE.UU (1862), Australia (1860-1900) y Canadá (1872), que repartieron de manera más equitativa la tierra y evitaron la conformación de latifundios.
La estructura de clases de la Argentina en 1914 puede visualizarse a través de 4 categorías: La clase alta o “aristocracia” que representaba el 1 %, la clase media alta que representaba el 8 %, la clase media baja que representaba el 24 % de la población, y por último la clase baja, que era un 67 %. (Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar pp. 642- 643)
Además había graves problemas de salud. Por ejemplo, en 1901 se aprobó la llamada Ley Richieri, que establecía el servicio militar obligatorio. La primera conscripción, en 1902, determinó que el 46, 5 % de los convocados no reunía las condiciones de talla y peso mínimo para su incorporación a las fuerzas armadas y evidenciaba claros síntomas de desnutrición y síntomas de enfermedades. En el NOA y el NEA, la cifra llegaba al 62 %.
Analizando los datos de salud y educación, nos encontramos muy lejos de los paises verdaderamente desarrollados. Como se refleja en los siguientes cuadros.
Si combinamos PBI per capita, salud y educación. Argentina seguía estando muy lejos de los paises verdaderamente desarrollados.
En 1904, el gobierno nacional encargó al médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán, Juan Bialét-Massé, un informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina. Así viajó a diferentes regiones del país para observar y conocer con mayor profundidad la realidad de los trabajadores argentinos. Su trabajo de 1500 páginas refleja las malas condiciones de trabajo en las que se vivía por esos años.
Este fragmento suyo puede resumir su gran trabajo:
“En las cumbres del Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57º, a las dos de la tarde. “El alambre-carril, como proyecto, es una gran concepción científica. Sale de la estación del ferrocarril, en Chilecito, con un recorrido de 34 kilómetros se apoya en torres armadas de hierro ángulo y plano, de altura que llega a 45,50 metros. Era de ver aquellos hombres agobiados por el peso, sintiendo ya los efectos de la falta de presión, jadeantes, paso a paso, víctimas forzosas del progreso, porque no hay otro medio mejor de hacer la operación; pero ya que no puede evitarse, deberían ser pagados al menos con doble salario del que perciben. Esos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar; su trabajo se paga con un peso y cincuenta centavos y se cree haberlo recompensado con largueza.”
Obreros Argentinos a principios del siglo XX |
El problema habitacional fue otro aspecto que impactó negativamente sobre las condiciones de vida de los sectores populares urbanos. Las casas de inquilinato o conventillos pasaron a ser las viviendas de muchos inmigrantes extranjeros, de migrantes nacionales, artesanos, pequeños comerciantes y vendedores ambulantes. También de personas dedicadas a actividades económicas, más o menos marginales, y de un alto porcentaje de asalariados manuales. Alojados en aquellos viejos inmuebles, estos habitantes, sobrevivían hacinados en cuartos que además de dormitorio para las familias, eran el comedor, la cocina y despensa, patio para que jueguen los niños y sitio donde se depositan excrementos, depósito de basura, almacén de ropa sucia y limpia, si había, también era morada del perro y del gato, depósito de agua y almacén de combustibles.
La crisis social se vería reflejada en incontables huelgas, manifestaciones, actos de violencia y atentados por parte de la clase trabajadora, claramente influenciada por las ideas socialistas, anarquistas y comunistas que habían traído los inmigrantes europeos. Entre 1902 y 1910, el país padeció el estado de sitio cinco veces y la violencia ganó las calles tanto a través de la violencia social como de la represión policial. Más adelante se darían masacres tales como la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde.
Por último y para finalizar, cabe recordar que durante el orden conservador (1880-1916) el sufragio era fraudulento y las libertades civiles y políticas estaban limitadas, una gran contradicción bajo un gobierno liberal en lo económico pero que en lo político era conservador.
Acá les dejamos un video de nuestro canal de Youtube donde también profundizamos en el tema.
Bibliografía:
Belini, Claudio; Korol, Juan Carlos, Historia Económica de Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2012.
Bialét-Massé, Juan, Informe sobre el estado de la clase obrera, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
Ceva, Mariela, Fernández, Alejandro, Jáuregui, Aníbal, Stortini, Historia social Argentina en documentos, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2000.
Floria, Alberto Carlos, Belsunce, Garcia Cesar, Historia de los Argentinos, Buenos Aires,
Editorial El Ateneo, 2012.
Hora, Roy, Los Terratenientes De La Pampa Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2015.
Rapoport, Mario. Historia de la economía Argentina del siglo XX. Buenos Aires, La Página, 2007.
Rapoport, Mario, Historia Económica, Política y Social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, Ediciones Macchi, 2000.
Hobsbawn, Eric, La Era del Imperio 1875-1914, Buenos Aires, Critica, 1987.
Sempat Assadourian, Carlos, La economía del Río de la Plata durante el siglo XIX, 2011.
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