La Segunda Guerra Mundial, aunque finalizó hace ochenta años, sigue teniendo una profunda vigencia en el mundo contemporáneo. Sus consecuencias geopolíticas definieron gran parte del orden internacional actual: la creación de la ONU, la consolidación de Estados Unidos y la Unión Soviética como superpotencias, la Guerra Fría y la descolonización son procesos que nacieron directamente del conflicto. Además, el trauma de la guerra impulsó avances en derechos humanos, el derecho internacional y el juicio a crímenes de lesa humanidad, como se vio en los Juicios de Núremberg. La memoria del Holocausto, por su parte, sigue siendo un llamado de atención sobre los peligros del totalitarismo, el racismo y la indiferencia ante la injusticia.
En el plano cultural y simbólico, la Segunda Guerra Mundial también conserva una presencia notable. A través del cine, la literatura, los videojuegos y la educación, la guerra continúa moldeando la manera en que las sociedades entienden el bien, el mal, el heroísmo y la barbarie. Asimismo, muchos conflictos actuales, como la guerra en Ucrania, la tensión en Asia-Pacífico o los debates sobre el resurgimiento del fascismo, se interpretan a menudo a la luz de aquel enfrentamiento global. Así, más que un episodio cerrado, la Segunda Guerra Mundial funciona como un espejo que nos obliga a reflexionar sobre los dilemas del presente y los peligros que la humanidad aún no ha superado.
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