Pensamiento político y económico de Donald Trump

 

🇺🇸 Donald Trump fue electo presidente de EE.UU en 2016. Desde entonces mucho se ha hablado sobre su figura, sus polémicas, sus dichos racistas y misóginos, entre otros. Pero... ¿Cuáles son los distintos elementos que sustentan ideológicamente el pensamiento político y económico de Trump?

Reacción:

La ideología de Trump es esencialmente reactiva; es decir, de oposición a otros movimientos y corrientes, generalmente considerados progresistas por cuanto consisten en la ampliación o reconocimiento de derechos de minorías.
Trump Forma parte de un fenómeno "anti-establishment", el de quienes se consideran traicionados por un Partido Republicano demasiado cercano al Partido Demócrata y que ha asumido concepciones de la izquierda como el multiculturalismo, la aceptación de la creciente inmigración y la integración de los EE. UU. en la economía globalizada. Trump puede parecer un supremacista cultural, xenófobo, racista o machista; pero ninguno de estos rasgos será más que la manifestación del verdadero fondo de su pensamiento, que no es otro que la reacción a todo lo que en su conjunto se ha llamado ideología progresista. Ante una sociedad estadounidense cada vez menos blanca, anglosajona, protestante y masculina, y caracterizada, en cambio, por un mayor pluralismo cultural, religioso y racial, las declaraciones de Trump reflejan la nostalgia de las esencias de la América WASP (white, anglo-saxon, protestant) supuestamente perdida. Trump encaja en la corriente populista estadounidense que critica a las élites en nombre del pueblo, pero entendiendo a dicho pueblo como aquellos de herencia europea.
El apoyo a Trump no solo procede de los trabajadores objetivamente empobrecidos por la globalización, sino de aquellos que subjetivamente se sienten empobrecidos y olvidados por ella. Entre sus votantes caben muchos más que aquellos realmente perjudicados por la globalización: clases medias blancas y heterosexuales que sienten que mujeres y minorías raciales y sexuales obtienen más beneficios sociales que ellos.

Proteccionismo económico y antiglobalización:

Para Donald Trump, la globalización no fue beneficiosa para EE.UU, y ha perdido poder frente a China y otros países. Por eso quiere "hacer grande a América de nuevo".

En este marco, Trump ha defendido la necesidad de renegociar o salir de los tratados internacionales de libre comercio que EE.UU ha suscrito, al considerar que los mismos les perjudican. No es tanto que Trump se oponga al libre comercio internacional en sí, sino que se opone a la forma en la que este se había desarrollado hasta su llegada a la presidencia.

Por ejemplo, sacó a EE.UU de la Alianza del Transpacifico y además el NAFTA con Canadá y México ha sido objeto de muchas críticas buscando renegociarlo. Además desató una guerra comercial contra China e impuso aranceles a países con los cuales él cree que EE.UU se vio perjudicado comercialmente.

También ha criticado las políticas deslocalizadoras de las grandes empresas estadounidenses, así como la posición ventajosa que, en su opinión, tienen los productos alemanes o chinos en EE. UU.
El discurso económico de Trump se enfocó en el "Rust Belt", es decir, el gran cordón industrial norteamericano que se vio perjudicado en las ultimas décadas de globalización neoliberal.

Unilateralismo y militarismo:

Trump ha urgido a los países de la OTAN a asumir mayores gastos en defensa, sugiriendo la posibilidad de que EE.UU se inhiba si alguno de los miembros de la Alianza es atacado por un tercero.
Plantea una política exterior que abandona la visión de los EE. UU como fuerza hegemónica en el mundo, máximo defensor y beneficiario de la globalización, para asumir otra en la que EE. UU actúa como potencia imperial que interviene en el exterior exclusivamente movida por sus intereses particulares. No es tanto que Trump sea un aislacionista puro, aunque atribuya todos los problemas de EE.UU a terceros países, sino que desea un enfoque de la política exterior estadounidense diferente al globalista y de tipo imperialista, que no busca el liderazgo, sino la dominación.


Negacionismo y antiintelectualismo:

Trump se ha caracterizado por relativizar la objetividad y tratar de crear su propia concepción subjetiva de la realidad, con la pretensión de que sea igualmente respetable que la objetiva y procedente de los datos probados. Ello puede observarse en su relación frente a la comunidad científica al negar el cambio climático, con expresiones como "no soy un creyente en un calentamiento global hecho por el hombre".

También en su relación frente a los medios de comunicación, al relativizar los hechos y poner en igualdad las noticias con los rumores, las teorías conspirativas o las mentiras.
Trump no apela a la razón de los ciudadanos, sino a sus emociones, en un intento de establecer con ellos una vinculación emocional impermeable a cualquier crítica argumentada.
Una manifestación del antiintelectualismo de Trump es la constante voluntad de ser políticamente incorrecto, de enfrentarse a los usos cultos y civilizados recurriendo a expresiones vulgares y denigrantes para las minorías, en la concepción de que así se visibiliza el enfrentamiento con las élites y se produce la identificación con un supuesto hombre sencillo que se expresa y comporta de un modo normal.

Conservadurismo:

Es importante también precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No expresa a ninguno de los dos sectores del poder financiero, ni el continentalista ni el globalista. Tampoco es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un "conservador con sentido común" y su posición, en el espectro político, estaría más exactamente a la derecha de la centro-derecha. Es un empresario multimillonario, pero pequeño en relación a los Empresarios Transnacionales, y estrella archipopular de la telerrealidad. Trump no es un antisistema ni, obviamente, un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado manejando.

Personalismo, caudillismo, mesianismo y paternalismo:

Trump se caracterizó durante la campaña presidencial de 2016 por presentarse a sí mismo como el único capaz de solucionar todos los problemas del país. Por eso, se identificó con el "hombre medio" americano, víctima de los poderosos, de los medios de comunicación y de las élites económicas, y se presentó como la única opción que tienen los maltratados hombres buenos para recuperar sus puestos de trabajo perdidos y su dignidad.

Trump materializa de este modo el elemento más tradicionalmente populista: la lucha del pueblo y del hombre sencillo contra las élites que abusan de él.
Trump no es tanto un campeón de la clase trabajadora frente a las élites, como sí fue habitual en pasadas oleadas populistas en EE.UU, sino que el presidente se muestra sobre todo como una figura que confirma el estatus degradado de estas clases trabajadoras, y cuyos seguidores responden a la rabia brutal contra las élites, los inmigrantes, los musulmanes y los negros, a quienes consideran causantes de su miseria.
Frente a una visión del mundo enmarcada en las dinámicas globalizadoras, aparece un movimiento reactivo que pretende cerrar todo lo que la globalización abrió. En sus propias palabras, "americanismo, no globalismo, será nuestro credo".

La ideología de Trump es la reacción. La negación de los cambios producidos en las últimas décadas, que han llevado a una mayor interconexión mundial a nivel internacional (tanto política, como económica) y a una mayor aceptación de la heterogeneidad (racial, sexual, religiosa) a nivel nacional.


Fuentes:

"Clinton vs. Trump: Globalismo, Continentalismo y Crisis" de Wim Dierckxsens.

"Aproximación al pensamiento político de Donald Trump: ¿es el presidente de Estados Unidos populista?" de Alfredo Ramírez Nárdiz.


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