La visión dominante en Occidente percibe a China como un espacio sin debate político ni económico, que sigue de manera disciplinada las líneas del Partido Comunista. Esta idea está alejada de la realidad.
En el plano económico, es posible en la actualidad apreciar dos corrientes bien marcadas. Una es la del "Neoconservadurismo", cuyos principales exponentes son Zhang Weiying, y Yan Xuetong, y otra es la "Nueva Izquierda", en la que se destacan Wang Hui , Wang Shaoguang, Gang Yang y Cui Zhiyuanel.
Dentro de los Neoconservadores, Zhang Weiying se reconoce como muy influido por el pensamiento de Friedrich Hayek. Por lo mismo, rechaza el keynesianismo que se expresa en los sucesivos programas de estímulo en la economía china. Expone que la innovación requiere predominio de la ley, claridad en las reglas del juego y protección de los derechos de propiedad, incluidos los de propiedad intelectual. Argumenta que el dinámico crecimiento chino se debe a las ventajas tecnológicas y organizacionales de doscientos años de capitalismo, a los bajos costos laborales, a los recursos baratos y a la apertura de los mercados globales que China supo explotar. Pero esta fase se estaría agotando, porque la brecha tecnológica con Occidente se reduce, los costos laborales aumentan, la nueva fuerza de trabajo es menos laboriosa, crecen los costos ambientales y los mercados globales se hacen más competitivos.
Zhang es crítico en particular del rumbo que ha adquirido la relación de China con los Estados Unidos. Cree que hablar del modelo chino es erróneo y peligroso.
Un modelo chino con un Estado fuerte, con un gran sector económico estatal y una sabia política industrial no explica el gran crecimiento de los últimos cuarenta años. La explicación estaría en el mercado, la apertura, emprendimiento y dos siglos de acumulación tecnológica y de conocimientos que le aportó Occidente. Si se insiste en la idea del “modelo chino”, se reforzaria un capitalismo de Estado, cada vez menos compatible con el comercio justo y con la paz mundial, lo que llevaría a China al estancamiento y al retroceso.
En la Nueva Izquierda, Wang Hui es el miembro más relevante de la neoizquierda china.
Este movimiento se desarrolló en los años 90, en oposición a las obras de Francis Fukuyama (El fin de la historia) y el determinismo de Samuel Huntington (El choque de civilizaciones).
Para quienes empezaban a formar esta neoizquierda, muchos de los rasgos del “socialismo con características chinas” eran parecidos a los del capitalismo. Lo de neo, rescataba que, a diferencia de la “vieja izquierda”, los miembros de este grupo valoraban el mercado y la apertura y se distinguían además por una muy buena formación académica, con buena parte de sus figuras con doctorados en universidades norteamericanas.
Wang Hui privilegia la igualdad y la democracia política, a pesar de que ello sea a expensas del mercado. Esta neoizquierda se ha caracterizado por oponerse al neoliberalismo y “al fin de la historia”, desarrollar una discusión teórica sobre esas ideas y buscar una aplicación creativa del socialismo para China.
Fue la neoizquierda el sector que primero postuló las tesis de un cambio en el modelo chino, que pase de un excesivo apoyo en la inversión y las exportaciones a la expansión del consumo y el mercado interno; de un “desarrollismo” que todo lo reduce a elevar el PBI a un modelo de crecimiento que incorpora el tema medioambiental y los aspectos distributivos y, por fin, de un modelo de exportación de bienes intensivos en mano de obra barata a otro en el que la modernización industrial y tecnológica sea decisiva, con exportaciones de alta calidad y sofisticación, de acuerdo con los nuevos requerimientos de los mercados internacionales. Además, se propone que es necesario contar con un sistema de seguridad social universal, eficaz y de amplia cobertura.
La aparición del “modelo chino” con la asunción de Xi Jinping le dio más fuerza a esta neoizquierda, que aparecería como una seria competencia al Consenso de Washington y al modelo de los Chicago boys.
Esta nueva izquierda tiene una visión crítica de la democracia liberal de Occidente.
Argumenta que, bajo el avance del mercado, que invade la economía e incluso los temas sociales, los partidos políticos pierden en forma progresiva su representatividad, y se convierten en agrupaciones de intereses sectoriales. Con esto, la democracia formal se desconecta de la base social y de sus demandas.
Para la neoizquierda, es necesaria más democracia en China y el desafío es reflexionar sobre el tipo de democracia que se debe construir, con una mirada que considere tanto el escenario de la globalización como las demandas del pueblo chino. Esto último hace referencia a cerrar las brechas, en calidad de vida, entre campo y ciudad; construir la red de protección social que facilite la reestructuración económica; reducir la costosa contaminación y trabajar también en mejorar el vínculo entre el partido y los ciudadanos.
Por ello hacen énfasis en la necesidad de crear capacidad política en la población y combatir así la despolitización que segun ellos promueve el mercantilismo neoliberal.
Fuente: "El sueño Chino" (2020) de Osvaldo Rosales.
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