Presentación
Luego de más de 100
años de los acontecimientos de 1918 en Córdoba como hecho simbólico de un proceso
de reformas educativas en Latinoamérica tendientes a la democratización, y con
motivo de mantener viva la conciencia colectiva sobre lo propio, se pretende
hacer un humilde aporte a través de esta pequeña investigación y exposición de
las ideas de José Vasconcelos Calderón (1887 -1959) sobre la educación.
La selección de
tomar a este pensador mexicano contemporáneo a lo que ocurrió en Córdoba en
1918 como referencia al tema, se debe a la intensión de reivindicar el carácter
latinoamericano del movimiento reformista. En relación a ello, en una encuesta
hecha por la FUA (Federación Universitaria Argentina) a Deodoro Roca en 1936,
le preguntan “¿Por qué el pueblo argentino debe recordar la reforma
universitaria?, y su respuesta es: “Porque es el movimiento espiritual más rico
y trascendente que haya agitado a la juventud de América Latina, desde la
emancipación acá.”[1] Más allá
de entrar en la discusión de si existieron o no acontecimientos más
importantes, lo cual me parece improductivo, el valor de esta cita consiste en
que pone en evidencia su valoración del movimiento reformista con un hecho de
carácter latinoamericano. Lo mismo puede verse en el Manifiesto que redactaba
en Córdoba años antes, donde inicia mencionando “Estamos viviendo una hora
americana”, y finaliza el texto diciendo “La juventud universitaria de Córdoba,
por intermedio de su federación, saluda a los compañeros de América toda y les
incita a colaborar en la obra de libertad que inicia.”
En el análisis de
este proceso de reformas educativas, existe una interpretación dominante que
prepondera el principio de la autonomía como principio máximo, no solo de lo
ocurrido en Córdoba y en la Argentina, sino en todo el continente
latinoamericano incluido México. Esta interpretación que ha logrado consenso y
llegado a convertirse en tradicional brinda un aporte al conocimiento de manera
positiva en cuanto a interpretación, específicamente en su caso sobre el
principio de autonomía. Pero se convierte en una restricción al conocimiento,
de manera negativa, en cuanto a interpretación dominante, ya que transforma en
inferiores a otras interpretaciones diferentes que nos brindan un conocimiento más
amplio sin restringirse a la autonomía. Esta, posicionada en observar la
autonomía como principio básico del proceso, y principal demanda del
movimiento, suele observar esta misma, en uno de sus varios significados
aceptados, como medio de protección ante el Estado, como medio de separarse o
aislarse, de evitar la intervención del mismo en sus asuntos. Aunque existen
diversas definiciones del concepto de autonomía generalmente aceptadas, como
darse su propio gobierno, elegir hacia donde conducirse, el que acabo de
mencionar como institución separada y en cierto punto en confrontación con el
Estado, lleva a observarla como desligada de cumplir rol de Estado, desligada
de su carácter de institución social que interviene políticamente, que forma
parte de las funciones estatales. Lleva a observarla en fin, como institución
desligada de participar en la construcción social, de preponderar su
organización interna autónoma antes que su función externa en la construcción
de la sociedad y la resolución de sus problemáticas. Existe aquí en este cruce
de interpretaciones, un modelo de universidad restringido a las funciones
académicas y a lo que sucede dentro de sus aulas y sus campus, y un modelo de
universidad que excede a su espacio institucional y tiene la misión re resolver
las problemáticas y necesidades de la comunidad en la cual está inmersa.
Esta tendencia en
claramente visible en el texto de Miguel Ángel Gutiérrez López quien aborda la
reforma en México, y afirma en su primer párrafo: “La autonomía y la libertad
de cátedra formaron parte de las demandas con las que los universitarios se
enfrentaron con el estado y sus instituciones.” Continua más adelante,
reforzando la idea: “En el presente texto asumiremos una noción más amplia de
autonomía que nos permita tomar en consideración otras funciones de la
Universidad, como la política y la ideológica. De manera particular, tomaremos
como punto de partida un aspecto de la autonomía que involucra las relaciones
entre las instituciones universitarias y el estado, así como la forma en la que
éstas y sus integrantes han pugnado por asumir la autoridad sobre sí mismas,
frente a la presión de elementos externos.” [2]
Como dije antes, la
interpretación dominante brinda un aporte en cuanto a la autonomía y el
desarrollo del conocimiento de ese principio que estaba entre el conjunto de
demandas del movimiento, pero existen otras interpretaciones que observan la intervención
social de la universidad como principio más importante, como demanda más
necesaria, que en otras palabras es el compromiso con el pueblo, y se
encuentran invisibilizadas en una interpretación dominante que se autodenomina más
validas que otras, recurriendo a la lógica positivista que legitima una única
verdad valida. Al interpretar que el movimiento reformista en Latinoamérica,
con los acontecimientos de Córdoba como máximo símbolo, exige o demanda
principalmente la autonomía, se observa a la Universidad en un para sí, en vez
de un para los demás. Se observa la necesidad interna de la institución, de
gobernarse a sí misma, y lo que no observa es la necesidad externa, la intervención
de la institución en la realidad social a que pertenece, colaborando en la
tarea de que el pueblo y cada uno de sus integrantes sean capaces de gobernarse
a sí mismos. Así como no sería correcto reivindicar la necesidad de
intervención en la sociedad de la universidad, o mismo de la educación,
olvidando la necesidad de que se goberné a sí misma y tenga un funcionamiento
interno adecuado, tampoco sería legítimo y correcto hacer lo contrario.
En este pequeño
aporte, pequeña investigación, tratare de realizar a través del pensamiento de
Vasconcelos y de Deodoro Roca, un análisis comparativo donde se pueda observar
la interpretación sobre el compromiso con la sociedad de la Universidad y la
educación. Esto nos permite ver cuáles son las demandas o las necesidades en lo
externo, de la Universidad y la educación, desde el movimiento reformista, lo
cual esta invisibilizado desde una versión dominante que se enfoca a las
necesidades internas de la institución. Esta observación de un amplio
movimiento reformista se encuentra aquí limitada y reducida al análisis de
estos dos pensadores, ya que esta pequeña investigación se aboca a las ideas de
Vasconcelos, y se apoya en una comparación con el pensamiento de Deodoro Roca y
complementariamente de Manuel Ugarte. Es necesario hacer esta aclaración, a
manera de reconocerlos propios límites de esta investigación y de reconocer la
amplitud y la diversidad de corrientes contenidas en este movimiento.
Contexto
Es necesario, por
la diversidad de las situaciones en el continente y las variadas
interpretaciones del movimiento reformista, señalar algunas mínimas referencias
al contexto en el otro extremo de Latinoamérica. México atraviesa durante el
periodo conocido como “Porfiriato”, de 1876 a 1910, un proceso de reformas
liberales y positivistas en la educación, así como en todo el aspecto político.
Con la intensión de abandonar la tradición católica y la herencia de su modelo
educativo tras la independencia, durante las tres décadas de mandatos de
Porfirio Díaz se llevan adelantes políticas educativas inspiradas en el
liberalismo europeo de la época del auge positivista y biologicista, y en
algunos casos en el liberalismo norteamericano, enmarcados en el proceso del
imperialismo y la conversión de las repúblicas latinoamericanas en semicolonias
de los imperios, a través de la dependencia económica y pedagógica. Se
consolida durante este proceso una corriente de pensamiento conocida como “los
científicos”, identificada principalmente con Justo Sierra[3],
positivista al estilo spenceriano que se apoyaba en el derecho del más fuerte
como proceso de evolución de las especies y la sociedad, y en el determinismo
biológico que establecía científicamente la superioridad de unas razas sobre
otras, que aun pretendiendo un distanciamiento de la herencia católica
reivindicaba la conservadora justificación de la dominación de la raza
conquistadora por sobre la conquistada, como instrumento de crear una
dominación cultural de carácter eurocéntrico tal como aborda Quijano en su
tesis de la colonialidad del poder.[4]
Vasconcelos es
considerado uno de los pensadores y actores más importantes de México en torno
a la educación, y es contemporáneo el periodo de apogeo de su actividad al
periodo de la reforma, que es un proceso que excede al año simbólico de 1918.
Tanto desde la interpretación dominante concentrada en la autonomía, como desde
la interpretación de José Vasconcelos, Deodoro Roca, y Manuel Ugarte, la
reforma educativa y el movimiento reformista son un proceso que se da en Latinoamérica.
El inicio del proceso en la región Mexicana se considera en paralelo al inicio
del proceso de la Revolución Mexicana, ubicada en 1910 con la salida del
porfiriato y continúa durante largos años. El proceso revolucionario en México
es altamente caótico en el sentido que contiene varias revoluciones internas,
disputas entre sectores internos que se resuelven con mucha violencia y
constantes contrarrevoluciones que la intensifican, dificultando el desarrollo
mismo de la Revolución Mexicana.
En medio de este
proceso, interviene Vasconcelos desde el “Ateneo de la Juventud Mexicana”, como
un circulo de intelectuales y estudiantes críticos al positivismo reinante,
profesado desde los llamados científicos que representaban la filosofía del
porfiriato y el razonamiento o la justificación científica de sus decisiones
políticas. Se oponen a la universalización de un pensamiento único y
eurocentrado, y proponen la libertad de pensamiento y una visión creada desde
una perspectiva latinoamericana. Vasconcelos culminara esta idea más tarde
expresándola en “La Raza Cósmica”[5]
más tarde, como expresión de la identidad latinoamericana en el mestizaje, y su
importancia a nivel universal en la integración de las diversas razas, hoy
diríamos culturas, del mundo, y contraponiéndose a la filosofía positivista dominante
de la superioridad de una raza sobre otras confirmada científicamente por el
conocimiento biológico de su momento, erigido como única verdad valida
demostrada con el método científico. Desde esta posición, Vasconcelos adhiere a
la candidatura de Eduardo Madero que se alza contra el porfiriato en 1910,
participara en el Partido Antirreeleccionista que buscaba terminar con las tres
décadas ininterrumpidas del anterior mandatario, y dirigirá su prensa que lleva
el mismo nombre del partido. Será convocado para dirigir la instrucción pública,
pero las situaciones coyunturales determinadas por los conflictos internos no
le permitirán llevarlo adelante, y tras el golpe de Victorino Huerta en 1913 se
exilia en Estados Unidos. Vivirá aquí su primer frustración en la política y su
primer frustración con el proceso revolucionario, ya que el golpe que lo llevo
a exiliarse fue interno y llego al fusilamiento del propio Madero. Años más
tarde, volverá a sufrir duras frustraciones y derrota, y a diferencia de Madero
y otros protagonistas revolucionarios que fueron vencidos y asesinados,
Vasconcelos será un vencido que seguirá vivo, y las malas experiencias
personales lo conducirán a tener durante la etapa final de su vida y durante la
decadencia de su participación, una opinión más pesimista y amargada sobre la
realidad, que revela su frustración personal con el proceso revolucionario
mexicano.
Es en medio de
estas frustraciones, convocado por Álvaro Obregón, quien se convierte en
presidente de la Republica en 1920 reemplazando a Carranza, donde Vasconcelos
vuelve del exilio y durante unos pocos años lleva adelante su programa
educativo. Es decir, el periodo donde el pensador que abordamos pone en acción
su programa educativo ocurre entre los años 1920 y 1924. El propio Vasconcelos
explica de esta manera como inicio en un discurso en la actual UNAM
(Universidad Nacional Autónoma de México): “Al ser yo designado por la Revolución
para que aconsejase en materia de educación pública me encontré con que tenía
delante de mi dos maneras de responder: la manera personal y directa que
hubiese consistido en redactar un proyecto de ley del Ministerio de Instrucción
Pública Federal, proyecto que quizás había podido llegar a las cámaras, y la
otra manera, la indirecta, que consiste en venir aquí a trabajar entre vosotros
durante el periodo de varios meses, con el objeto de elaborar en el seno de la
Universidad un sólido proyecto de ley federal educación pública” (Pág. 43).
Solicita a Obregón el cargo de Rector de la Universidad Nacional de México, lo
desempeñara aproximadamente un año, elaborando desde la Universidad la Ley que
regule la educación pública y creando la Secretaria de Educación Publica,
siendo designado primer Secretario de la misma
y cumpliendo funciones desde el 1 de Octubre de 1921 hasta el 27 de
Julio de 1924. Luego de ello, tras tener que abandonar el cargo por los
conflictos internos tan característicos del proceso revolucionario mexicano,
tendrá años más tarde en 1929 una última frustración en aspecto político, donde
se presenta elecciones y pierde ante un fraudulento 93% del otro candidato,
Plutarco Elías Calles, quien convertirá en ley la Autonomía Universitaria ese
mismo año y le quitara sus principios sociales.
Se le reconoce
haber promovido durante el periodo que desarrollo su modelo educativo la
educación popular, las escuelas rurales, la edición masiva de libro, el
intercambio estudiantil, además de la construcción de una cultura propia, la
difusión del arte y la construcción de instituciones culturales como las Casas
del Pueblo y el Estadio Nacional. La acción más destacada es en cuanto a la
alfabetización, tarea orientada a las mayorías campesinas, trabajadoras, y de
pueblos originarios, llevando adelante campañas alfabetizadoras a nivel
nacional y creando escuelas rurales y en los barrios urbanos más humildes,
realizando también trabajos de campo con maestros y estudiantes con convocatorias
solidarias de intervenir en el proceso de alfabetizar, lo cual refiere a su
visión de las instituciones educativas como actores sociales involucrados.
También se caracteriza por una visión que otorga un valor importante al arte,
creyéndolo como un acto espiritual que corona el proceso educativo, y siendo
parte importante de la construcción de una cultura propia. Considero, a través
de su lectura, que las principales funciones de la educación en su modelo son
la educación del pueblo y la construcción de una cultura propia. A partir de
aquí se hará un desarrollo de sus ideas a través de discursos y obra escrita, y
al final abordaremos la comparación con Deodoro Roca completada con Manuel
Ugarte, y su relación con la interpretación dominante sobre el proceso de
reformas educativas en Latinoamérica.
Desarrollo de las ideas educativas de José Vasconcelos
En principio
observaremos su pensamiento en relación a las reformas anteriores al modelo que
encara, caracterizadas por el liberalismo y el positivismo. En su discurso en
la Universidad al iniciar su cargo de Rector, sus primeras palabras son “Llego
con tristeza a este montón de ruinas”, y se refiere a la necesidad de superar
las restringidas funciones hasta entonces de construir una minoría culta y una
institución aislada. Les pide participación en la tarea de construir un
proyecto de ley que reconstruya la historia y la percepción del aspecto social,
y que otorgue a la educación un marco que le permita ponerse en función de
educar a las mayorías y contribuir al desarrollo del conjunto del pueblo
mexicano. Podemos observar en “De Robinson a Odiseo”[6],
escrito en 1935 que las considera “catastróficas”, donde “se reemplazaron las
humanidades con un tipo de liceo o colegio nacional ensanchado, que recibió el
nombre de Escuela Nacional Preparatoria”. Este ajusto el conocimiento entero a
la prueba física y al rigor matemático, de acuerdo a la lógica comptiana y al
evolucionismo spenceriano, perfeccionando las ciencias exactas y
convirtiéndolas en la base educativa, en detrimento de las ciencias sociales
que quedaban obligadas a la imitación del método científico de establecer las
verdades a través de la comprobación experimental, que quedaban relegadas la
función de llenar de contenido teórico las afirmaciones de las ciencias
exactas. En otro libro, titulado “Los motivos del Escudo” (1942)[7],
refiere a que “habían convertido nuestra preparatoria en mala replica de una
secundaria protestante norteamericana”, con profesores reclutados del
normalismo que “se habían vuelto materia plástica frente al programa extranjero
de deformación de nuestra índole nacional. Resultaba urgente salvar las
esencias de nuestra propia cultura (Pág. 74). Alude, en el texto anterior, que
al restaurar la educación se ha respetado la conquista de la revolución
científica allí donde acierta, en la comprensión de los acontecimientos físicos
y materiales y en el reemplazo de la escolástica. A su vez, describe que ha
sido necesario suplirla allí donde falla, que es en el campo de las ciencias
sociales, restableciendo el estudio de la filosofía y las humanidades, e
incluyendo la revisión de la metafísica y las lenguas antiguas como el latín y
el griego. Expresa que su modelo educativo encaro esto con el objetivo de
lograr una síntesis donde “reconciliar nuestro pasado con nuestro presente sin
desperdicio de la era científica intermedia”.
En cuanto al modelo
educativo que propone y lleva adelante, encontramos a través de su lectura dos
principios centrales que conforman su ideario: el compromiso con el pueblo y la
construcción de una cultura propia.
En cuanto al
compromiso popular de una educación democrática, al asumir el cargo de Rector
en 1920, en uno de sus discursos[8]
señala su frase que lo expresa más claramente, “En estos momentos yo no vengo a
trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje para el
pueblo.” En la misma, los persuade a fundirse en los anhelos populares, y a
construir colectivamente desde la Universidad la ley que cree al programa
educativo público, la cual debe ser “representación genuina y completa del
sentir popular”. Se refiere a “una enseñanza que sirva para aumentar la
capacidad productora de cada mano que trabaja y la potencia de cada cerebro que
piensa (…) el fin capital de la educación es formar hombres (y mujeres) capaces
de bastarse a sí mismos y de emplear su energía sobrante en el bien de los demás”
(Pág. 44). Sostiene que la educación debe fundarse en la dicha de los de abajo,
educando a los humildes, a los trabajadores, a los campesinos, a los indios, y
que al facilitar los medios para la realización de esa tarea, todos acudirán
con entusiasmo a la obra humanitaria de regeneración de los oprimidos. Se
refiere también al lugar de los sabios y los artistas dentro del proceso
revolucionario, y expresa que estos tienen lugar y son queridos por las
revoluciones “a condición de que el saber y el arte sirvan para mejorar la
condición de los hombres”. Al finalizar este discurso expresa una idea que
repetirá varias veces, consistente que los educadores deben reemplazar a los
militares en cuanto a actor social de mayor relevancia, y polariza en torno a
estos con los paralelismo de constructores los maestros y destructores los
militares, en sus palabras dice “organicemos entonces el ejército de los
educadores que sustituya al ejercito de los destructores”.
Siguiendo en la
sintonía de la misma idea de educar al pueblo, se observa en otro discurso
pronunciado el Día del Maestro, que valga la aclaración, se celebra en un día distinto
a nuestro país, el 15 de Mayo, en conmemoración a la toma de Querétaro en 1867,
hecho en el cual se vence el segundo y último intento francés de conformar un
imperio dentro del territorio mexicano. En este discurso, ya como Secretario de
Educación Publica[9], les
señala la importancia de contribuir a resolver las injusticias sociales, y que
son los educadores quienes deben producir, crear, los principios doctrinarios
que guíen a la revolución. En ella les expresa que “es indispensable que el
problema de la riqueza socia se resuelva leal y equitativamente, en forma justa
y en forma práctica (…) la Revolución no es campo de matanza, sino sementera
germinadora y abundancia conquistada con el trabajo y la energía (…) la Revolución
pueden prepararla determinadas leyes de reglamentación de la riqueza o de
organización del trabajo, pero solo los maestros pueden consumarla, infundiendo
en los espíritus la noción clara de los principios”. Les señala al igual que en
el discurso anterior que tienen la tarea de reemplazar a los militares y
convertirse en el principal actor de la construcción social, y les aclara esta
vez que eso será logrado cuando se haya logrado la tarea de educar al pueblo,
cuando hayan sido educadas las masas en el concepto de sus verdaderos intereses
sociales. Les refiere aquí, que son ellos los más capacitados para consumar y
consolidar la Revolución, y lo fundamenta en que poseen las cualidades
necesarias, ilustración y abnegación, la capacidad de transmitir conocimiento,
y la capacidad de sacrificar sus propio intereses en beneficio de los otros.
En cuanto al
desarrollo de una cultura propia, idea inseparable del compromiso con el
pueblo, expresa en el primer discurso la situación en que encuentra al sistema
educativo: “nuestras instituciones de cultura se encuentran todavía en el
periodo simiesco de sola imitación sin objeto (…) para que el extranjero se
engañe mirándolas y no para que sirvan” (pág. 42). En el segundo de los
discursos, se explaya más en relación al tema. Les demanda la tarea de
reconstruir la historia, haciendo una revisión de los valores sociales,
retrocediendo hasta los orígenes, fundamentando la necesidad de rehacer la
historia para rehacer la sociedad misma. Les propone en esto un criterio para
encarar la revisión de los valores sociales, que consiste en distinguir a los
humanos entre constructores y destructores, superando las barreras partidarias
y valorando a todo aquel que construya o haya construido desde el lugar que
sea. Los persuade a terminar con la costumbre de tomar por cultura todo aquello
que tenga etiqueta de importación reciente, reconstruir la confianza en
nosotros mismos valorando y resinificando nuestras raíces. Al concluir este
discurso, expresa que se considera a sí mismo
a la cabeza “de un gran movimiento de liberación colectiva”, y dedica
sus últimas palabras a invitarlos a inspirarse en Quetzalcóatl[10]
como ejemplo, el dios constructor, a propagarlo en la conciencia colectiva, lo
cual es una clara referencia a crear nuevos héroes o símbolos, a reconstruir la
historia y los valores sociales, revalorizando las propias raíces y creando una
cultura propia desde una perspectiva latinoamericana.
En “De Robinson a
Odiseo” encontramos una profundización de las ideas que expresaba en sus
discursos mientras ocupaba roles directivos en el área educativa, estando ahora
distanciado de los lugares de poder, señalara desde fuera de las funciones
administrativas direcciones a seguir para continuar con el modelo educativo
revolucionario. Observa que teniendo a cargo la Universidad la elaboración del
programa de la enseñanza secundaria, lo cual era un hecho, asume el papel
directivo de educar a las masas, y sobrepasa la función de instituto limitado a
crear profesionales y doctores. Le otorga a la misma la función de crear una
doctrina que unifique a la población en torno al bien común, y de aconsejar al
estado el camino a seguir, siendo “solo en la Universidad (donde) podrá
hallarse viva la sabiduría que orienta a los pueblos”. Señala que es justo que
defienda la democracia como única forma civilizada de gobierno, que demuestre
un activo amor por el pueblo, y que contenga la más variada índole de doctrinas
y corrientes, lo cual es productivo para el plan nacional.
En palabras del
propio autor: “Se suicida el país que cierra o descuida sus Universidades, pues
en ellas, y solo en ellas, puede configurarse el espíritu nacional, nervio de
la defensa y de la simple perduración. Una Universidad cuyos métodos son copia
de los extranjeros es avanzada de conquista o instrumento de disolución. Por
eso ha de buscar el universitario los caracteres de índole nacional, a fin de
darles la configuración eficaz. La necesidad de dar a toda la educación in
carácter práctico y técnico nos es impuesta por la competencia que tenemos que
sostener con el tipo de actividad creado por la civilización norteamericana.
Obediente a esta tendencia general de la época, la Universidad procurara (…)
las carreras cortas de carácter inmediatamente practico (…) la Universidad
Iberoamericana se distinguirá de la de Norteamérica por el esfuerzo de crear
unidad (…) de la Universidad Norteamericana evitaremos la dispersión, que le
impide alcanzar un concepto filosófico cabal de conocimiento” (Págs. 63 y 64).
Luego se refiere a
la investigación, la cual considera una herramienta fundamental para la
construcción de una cultura propia. En principio se muestra indignado de que
nuestra falta de investigación se conjugue con investigadores extranjeros que
asumen la tarea de investigar cuestiones propias de los latinoamericanos. Lo
ejemplifica con los mapas costeros realizados por ingleses, los de las
serranías y quebradas mexicanas hechos por estadounidenses, y agrega los casos
de las variadas especies de animales del amazonas frecuentemente estudiadas por
extranjeros, y los estudios del indigenismo, que el extranjero los utiliza como
propaganda antiespañola infundiendo la fragmentación entre los dos elementos
fundamentales de nuestro mestizaje. Remarca que esto puede traducirse en un
elemento de dominación, por la capacidad de imponer verdades sobre nosotros
mismos desde afuera, por la capacidad de ocultarlas también, que derivan de la
investigación del extranjero, y por la incapacidad de debatir, revisar, o hacer
creaciones propias independientemente, derivadas de nuestra falta de
investigación. Esto mismo lo observa reflejado en el material de estudio de
nuestras universidades, donde la falta de investigación propia se convierte en
motivo que justifica que la mayoría del contenido se de autores extranjeros, a
la vez esto mismo, se convierte en motivo para que la misma Universidad y sus
docentes se vean obligados a demostrar que conocen al pie de la letra y pueden
repetir en castellano las investigaciones extranjeras más importantes, como
medio de demostrar o validar el conocimiento que poseen.
Vasconcelos afirma
que “La Universidad Iberoamericana no será tomada en cuenta en el mundo
mientras no llegue a expresarse en la versión espiritualista que corresponde al
temperamento iberoamericano”. Observa a la investigación como un instrumento de
soberanía, como una herramienta necesaria para construir nuestros propios
caminos y evitar tener que subirnos al carro de otro o quedar inmovilizados.
Sostiene que a pesar de las posibles imperfecciones de la parte inicial de un
proceso de investigación, necesitamos exponer nuestros problemas, inquietudes y
propósitos, necesitamos crear contenido teórico propio. Se refiere además a que
es necesario ser cuidadosos en mantener una cierta unidad de concepción, y que
la función de esto en la Universidad mexicana se encuentra en la Facultad de Filosofía,
donde los filósofos, especialistas de ideas generales, son los encargados de
revertir la pluralidad en unidad. En un intento por resumir lo desarrollado
señala entre las tareas de la Universidad: “conservar la cultura y difundirla”
y “aumentarla por obra de investigación y creación”.
En cuanto a la
extensión a la comunidad, es decir el desarrollo de actividades útiles para
aquellos que no concurren a la cursada de alguna disciplina, hace una
descripción simple y concreta, que se agrega a lo antes mencionado sobre el
tema. Se refiere a “buenos servicios de extensión del saber medio y una sincera
colaboración en el estudio de los problemas que afectan a la colectividad”. Acercándose
al humilde para ofrecer remedios a sus necesidades, ya que cuando la
Universidad colabora con su pueblo, su pueblo la ama. Hace referencia a lo que
vio en Estados Unidos en su exilio, donde a la Universidad de Chicago concurren
los obreros por la noche a consultar los problemas del día, y los especialistas
californianos visitan los campos para mejorar su productividad. También
aconseja el uso de cursos a distancia, por correspondencia en la época, lo cual
permita aprovechamiento máximo del conocimiento producido en la misma.
Por último, en este
desarrollo del contenido de sus ideas, antes de abordar una conclusión, me
parece necesario hacer una crítica a su interpretación sobre la participación
estudiantil que considero errada, que se encuentra en el libro ya mencionado
“De Robinson a Odiseo”. Sostiene que los estudiantes no deben participar en
política, y expresa lo siguiente “Déseles, si se quiere, voz en los consejos,
pero nunca voto, porque esto equivale a minar no solo la autoridad del maestro,
sino su misma tranquilidad en las funciones, ya de si bastante amenazadas por
los intereses económicos de la sociedad y la política”. Agrega a esto que el
estudiante no debe tener intervención alguna ni en el nombramiento del
profesorado ni en el de su administración. Quizás las frustraciones con el
proceso revolucionario, la falsificación de su modelo educativo por quien lo venció
en las fraudulentas elecciones que además dicto la ley de autonomía universitaria,
quizás hayan afectado su razonamiento y lo hayan llevado a tener estas
conservadoras ideas, quizás lo haya afectado el pesimismo tan común entre los
intelectuales en la época de las guerras mundiales. Sin embargo, más allá de
las razones, y de que esto no alcanza para descalificar el desarrollo completo
de sus ideas sobre la educación, me parece necesario marcar que aquí comete un
error. La exclusión del estudiantado en las decisiones del consejo solo
llevaría a ponerlo a este en contra del claustro de profesores, y él mismo
sostiene la necesidad de unidad entre ellos contra quienes desean ver destruida
nuestra educación pública. Tal como expresa el Manifiesto de Córdoba, el “demos
universitario” tiene derecho a participar en una institución donde la mayoría
de los que la componen son estudiantes, y en caso de no ser así tal institución
no sería democrática. Tal como ya mencione, a pesar de marcar la desconformidad
en cuanto a esta idea, no alcanza como para descalificarla totalidad de las
mismas que buscan la construcción de una Universidad y una educación
comprometida con su pueblo y con el desarrollo de una cultura propia.
Comparación con las ideas de Deodoro Roca y Manuel Ugarte
Como método de
llevar a cabo un análisis a través de la comparación, tomaremos las ideas de
Deodoro Roca, actor protagónico de los sucesos de Córdoba, y lo
complementaremos con las de Manuel Ugarte, también participe del movimiento de
la reforma, que sucede de manera contemporánea en México donde Vasconcelos actúa.
Con respecto a
Deodoro Roca[11], ya se
ha tomado una cita al principio, donde se observa desde su óptica una
perspectiva de conjunto en Latinoamérica, una observación de que el problema de
un educación que necesita reformarse se da en todo el continente, y al entenderse
como conjunto ya está conduciéndose a una alternativa a la visión eurocéntrica
que se observa a sí misma en el centro. Además podemos observar, en el mismo
libro citado, que se refiere al antiimperialismo, lo cual refuerza la idea,
expresa allí que “la clarificación de la conciencia estudiantil, es ya una
superación notable que es necesario destacar. El anticlericalismo de entonces,
se ha hecho antiimperialismo, lo que ya es mucho. Tras luchas contra los
invasores d adentro, se inicia la lucha contra los invasores de afuera, que se
sabe que apoyan a los “patriotas””, refiriéndose a al nacionalismo conservador
y oligárquico representado en la Liga Patriótica, que se unía a las represiones
del movimiento estudiantil. Podemos observar también en el mismo que se refiere
a su relación con el campo social, con su entorno, y a la necesidad de concebir
el problema educativo emparentado con el problema social. Escribe en su libro:
la juventud “ha comprendido que el problema de la Universidad no es un problema
solo, aislado y asilado. Es masque nada, la resultante de un problema profundo,
amplio, concreto y formidable: el problema social. De la injusticia social.” Y
refuerza la idea en la encuesta citada al principio: “Lo que comenzó como
defensa contra los malos maestros y afán de reformar el sistema educacional que
los hacia posibles, se convirtió en un vasto proceso al sistema social, que es
de donde arranca la dogmática, la penuria y la regresión de la Universidad” y
continua diciendo “aquel movimiento pequeño burgués y romántico de 1918 es hoy
(1936) un movimiento social caudaloso y profundo. La juventud comprende hoy que
solo habrá reforma educacional a fondo, con reforma social, también a fondo”
Con respecto a
Manuel Ugarte[12], este
propone “reorganizar la enseñanza de acuerdo con nuestras necesidades y
destinos” y que “una de las primeras condiciones del éxito será difundir una
enseñanza armónica de un extremo a otro de sus límites” refiriéndose al
conjunto de las repúblicas latinoamericanas. Considera que debe ser gratuita, y
monopolizada por los estados. Observa que el principal problema está en que
“nuestra juventud crece al azar, sin más direcciones filosóficas que las que le
presta el individualismo áspero de las costumbres”, produciendo una
preocupación constante del yo. Por lo que considera que la educación debe
aportar direcciones filosóficas superiores al individualismo, ofreciendo una
ideología de conjunto que construya el ideal de ser útil a ese mismo conjunto
al que se pertenece. También expresa que cree que debe abarcar la alimentación
y la higiene, y abarcar los planos físico, mental y moral.
Conclusiones
El análisis
comparativo nos permite observar, en primer lugar, que el movimiento
reformista, tendiente a transformar la educación, la encontraba a principios de
1900 desentendida con su realidad, con el espacio tiempo en que se encuentra, y
busca conducirla hacia una nueva forma, un nuevo modelo de educación y
Universidad, donde se conciba dentro de su espacio tiempo, dentro de su
realidad. Así como se observa la necesidad de una nueva organización interior
de la Universidad y de la educación, mas adaptadas a su tiempo, como la
autonomía y el cogobierno, también se observa la necesidad de una nueva
organización exterior, mas adaptadas a su tiempo también y específicamente a su
lugar. Tanto Vasconcelos como los dos autores que usamos de referencia para
comparar, conciben necesaria la reforma de su organización interior y la
reforma de su organización exterior.
En segundo lugar,
el proceso no solo abarca todo el territorio latinoamericano, sino que concibe
la necesidad de observarse a sí mismo desde una perspectiva latinoamericana.
Los actores que participan en el proceso reformista observan al modelo
educativo que desean transformar inmerso en un pensamiento eurocéntrico, útil
como medio de colonización pedagógica o cultural, y al servicio de la
dominación de los imperios o las grandes potencias, y conciben la necesidad de
transformar el eje por donde se observa la realidad, creando un pensamiento
propio centrado en Latinoamérica y construido entre las raíces y el mestizaje.
Los tres autores que analizamos observan que el modelo educativo estancado que
es necesario transformar tiene un pensamiento eurocéntrico, y sugieren que es
necesario darle un pensamiento centrado en Latinoamérica al modelo educativo
reformado. Así como se concibe la necesidad de una creación de conocimiento, de
investigación, que construya y fortalezca esta perspectiva latinoamericana de
la realidad, se concibe la necesidad de que la educación del pueblo contenga
esta mirada y que el pueblo mismo se conciba a si mismo desde una perspectiva centrada
en su espacio tiempo latinoamericano.
En tercer lugar, la
comparación demuestra que existe una diversidad de corrientes e
interpretaciones que componen al conjunto del movimiento reformista en el
continente. Lo cual lleva a concluir, o a creer, que no puede afirmarse una
única interpretación valida, ni descalificar alguna porque no coincida con
otra, ya que equivaldría a desconocer esta diversidad existente. A la vez,
también existe una diversidad de situaciones de partida, es decir que en
algunos casos se intenta desprenderse de una educación religiosa, en otros de
una educación liberal, en otra un hibrido de ambas, y aun también otros
modelos. Lo cual infiere que tanto los modelos que se desea abandonar como los
que se desea desarrollar, así como las demandas exigidas y las criticas
planteadas son diversas o heterogéneas. Lo que podemos considerar como
homogéneo es que se observa a la misma desconectada del espacio tiempo,
improductiva, estancada y que debe ser transformada, y de ahí una demanda homogénea
en cuanto a la necesidad de reformarla. Puede observarse así, que el movimiento
es homogéneo y tiene unidad en cuanto a la necesidad de reformar, la educación
y el sistema universitario, y que es heterogéneo y diverso en cuanto a sus
ideas, interpretaciones, necesidades, problemáticas, concepciones. Más allá de
que pueda encontrarse similitud en algunos puntos entre algunos actores, lo que
se presenta como generalidad es la diversidad.
En cuarto lugar,
podemos observar que al observar la necesidad de que la educación participe en
la construcción social, se observa la necesidad de resolver las injusticias
sociales, como campo que engloba las problemáticas y necesidades de la
sociedad. La necesidad de transformar la Universidad, vista desde el punto de vista
de sus necesidades internas, no tiene conexión con su entorno y este puede
pasar desapercibido. Pero al observar las necesidades de la Universidad para
con su entorno, se observa que lo necesario se refiere a la cuestión social, ya
que su entorno es la sociedad, y por lo tanto observan las injusticias sociales
como problemática central. Se concibe que la educación y la Universidad deban
ser actores que conduzcan hacia la realización de la justicia social, que se
enfoquen en solucionar las problemáticas sociales. A la vez, se concibe que la
defensa de un modelo que no intervenga en esta tarea y que se desea
transformar, es una posición conducente a perpetuar las injusticias sociales.
En fin, la reforma de educación demandada contiene dentro de sí la demanda de
justicia social.
Por último, podemos
señalar, que así como afirmamos que la autonomía es un derecho legítimo de las
Universidades, el análisis centrado en su principio deja otros principios
relegados a planos secundarios que nos enriquecen y amplían el conocimiento
sobre el tema. La aceptación de la validez y legitimidad de las diversas interpretaciones,
en reemplazo de la legitimidad de una de ellas por ser considerada la más
valida, brinda la posibilidad de abarcar su amplitud y de reivindicar la validez
de otros principios o características principales relegadas en un relato que se
ha vuelto dominante. De hecho la autonomía entendida como algo logrado, puede
convertirse en una interpretación que no promueve el movimiento hacia el logro
de las otras demandas y principios buscados por el movimiento reformista, y aun
así entendiéndola como algo a lograrse puede llegar a promover el estancamiento
de otras necesidades de reforma no abordadas. Es necesario evitar la repetición
constante de una versión dominante para evitar no tener en cuenta otras
cuestiones o principios importantes en el movimiento y el proceso reformista.
Resumiendo lo
señalado en cuanto a la educación y la Universidad, tanto la adaptación a su
espacio tiempo y su reorganización interna y externa, como la necesidad de
construir un pensamiento centrado en Latinoamérica, como la diversidad
existente de ideas e interpretaciones, como la necesidad de intervenir en los
aspectos sociales, son observables y pueden ser determinadas como principalidades
generalidades de este movimiento y proceso, reducido a la consideración de
estos autores. Ninguno de estos aspectos puede considerarse superior a la
autonomía, ni puede considerárseles inferiores, ningún principio niega a otro
si se aborda al conjunto de ellos, pero para eso es necesario que se les acepte
al conjunto de interpretaciones como un conjunto. Puede observarse que desde la
centralidad de la autonomía se inferiorizan otras cuestiones, que son
necesarias tener en cuenta para abarcar al movimiento y el proceso en su
totalidad. Así como aquí no logramos ni pretendemos abarcar la totalidad del
mismo, si creemos que el aporte consiste en revalorizar aquellas cuestiones
inferiorizadas o relegadas.
Fuentes:
[1] “Encuesta de la federación universitaria argentina”, en “El drama
social de la Universidad”, de Deodoro Roca, Editorial Universitaria de Córdoba,
1968.
[2] “Revolución y reforma en México: 1929-1940”, Miguel Ángel Gutiérrez
López, publicado por Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011.
[3] Justo Sierra Méndez (Campeche, México, 1948- Madrid, España, 1912)
[4] “Colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales”, Aníbal
Quijano, Perspectivas Latinoamericanas, CLACSO, 2002.
[5] “La Raza Cósmica”, José Vasconcelos, Editorial La Época, 1925.
[6] “De Robinson a Odiseo”, en “Obra Selecta de José Vasconcelos”,
Editorial Ayacucho, 1992.
[7] “Los motivos del Escudo”, en “Obra Selecta de José Vasconcelos”,
Editorial Ayacucho, 1992.
[8] “Discurso en la Universidad” (1920), en “Obra Selecta de José
Vasconcelos”, Editorial Ayacucho, 1992.
[9] “Discurso pronunciado el Día del Maestro” (1923), “Obra Selecta de
José Vasconcelos”, Editorial Ayacucho, 1992.
[10] Quetzalcóatl, significa “serpiente emplumada”, es la deidad principal
del panteón mesoamericano de la etapa prehispánica, relacionado a las culturas
tolteca, maya, olmeca, azteca, quiché. Representa la dualidad de la condición
humana, la serpiente es su cuerpo físico y las plumas o alas representan su
parte espiritual. Por otro lado, al considerar a la naturaleza como elemento
dual, Quetzalcóatl que es un dios constructor, creador del mundo, tiene su espejo negro, destructor,
llamado Tezcatlipoca.
[11] “El drama social de la Universidad”, Deodoro Roca, Editorial
Universitaria de Córdoba, 1968.
[12] “La Educación”, en “El Porvenir de la América Latina”, Manuel Ugarte,
en “Pasión Latinoamericana”, Ediciones de la UNLa, 2015.
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